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El gran regreso...

El gran regreso...
Luego de un año en el legendario Cadenaccio Italiano vuelve el gran Wallace!

9 de junio de 2009

La semana del "17"...

Ese invierno estaba siendo más duro que ninguno, apenas unos pocos niños se aventuraban a hacer rodar un balón sobre un césped de tonos marrones, quemado por las bajas temperaturas. Los jugadores mayores salían cada día en busca de un terreno apto para el juego, pero volvían siempre con las manos vacías.
Entre todos ellos había un muchacho. Tenía fama el joven, de ser el que mejor disparaba contra los arcos, era silencioso, ágil y rápido como el viento. Fue así, como se le empezó a conocer como “el joven hijo del viento”.
El muchacho tuvo una noche un sueño. Soñó que las canchas eran oscuras y frías, y él estaba de pie, en una colina abatiendo con sus tiros, la red de un pequeño arco que desde allí veía. Ese día, al alba, el muchacho contó de su sueño al sabio oriental del grupo, quien interpretó lo soñado y le dijo:
-Tú has sido elegido por los espíritus de este maravilloso deporte, para que guies a tu equipo hacia la victoria.-
Así pues, el joven muchacho en el amanecer del siguiente día y después de ofrecer una oración a los cuatro vientos del oeste, partió.
Caminó y caminó por un sin fin de canchas frías y oscuras y cuando las fuerzas le empezaban a fallar vio la colina que aparecía en sus sueños, subió a ella y al otro lado divisó un predio de verde césped y claras líneas blancas que dibujaban el campo de juego. Los arcos resplandecían como si fueran nuevos y las redes flameaban como si esperaran sus goles.
Mientras tanto en su pueblo empezaron a preocuparse.
Dos lunas habían pasado desde que el joven hijo del viento había partido.
Un grupo de jugadores salió en su busca durante dos amaneceres. Siguieron su rastro sobre la nieve durante una luna más y entonces el rastro desapareció. Sus huellas dejaron de leerse sobre el blanco de la nieve, justo en la falda de una colina, como si se hubiera esfumado.
Los hombres pensaban ya en regresar al poblado cuando sintieron un agradable viento en sus rostros y empezaron a subir la colina, como si ese viento les guiara hacia la cumbre. Al otro lado de la colina el verde césped se abría entre la nieve, los jugadores se adentraron corriendo hacia el campo de juego pensando en que sería suficiente para jugar lo que quedaba del invierno, no encontraron al jóven viento por ningún sitio y por
mucho que buscaron en los días siguientes fue en vano.
Sólo se encuentran inexplicables goles durante los partidos,
como si él estuviera presente, como si fuese él quien los marca en las redes
de un campo en donde nunca nadie lo ha vuelto a ver.
De todo esto han pasado ya muchas lunas, es una leyenda que cuentan los ancianos jugadores a los más jóvenes para que no olviden y a su vez éstos la contaran cuando sean ancianos también. Desde entonces el pueblo no ha dejado de jugar cuando el intenso invierno los acecha. Los jugadores sólo han de seguir el primer viento del alba y siguiendo el rastro de ese joven viento del amanecer, siempre encuentran un buen terreno donde jugar.